domingo, 6 de febrero de 2011

El futuro se escribe con Ñ


El futuro se escribe con Ñ

Quinientos millones de hablantes no es un número menor, pero tampoco nada dice ya que si en realidad el número es lo que importase el idioma de la China (con sus mil doscientos millones de habitantes) sería el primero del mundo y no lo es.

Lo que generalmente se toma en cuenta en estos casos es que un idioma, para aspirar a ser universal o relativamente importante (ya que la universalidad parece imposible), sea hablado en un amplio espacio vital y no de manera excluyente, en el acotado ámbito de una nación. Dicho de otro modo, no debe ser un idioma étnico1 como lo puede ser el catalán o el chino mandarín, o la inmensa mayoría de los idiomas que aun se hablan y que remiten a una realidad cultural única y no albergan, como es nuestro caso, una polisemia que termina redefiniéndolos y ensanchándolos a lo largo de los siglos.

Teniendo en cuenta esto, podríamos empezar aventurando que una lengua para aspirar a cierto grado de universalidad o más bien preponderancia, debe poder albergar dentro de sí otras realidades que exceden el universo de donde emergieron. La capacidad de asimilación de una lengua, la capacidad de dar cuenta y poder nombrar otras realidades que en principio la exceden, es lo que creo las hace grandes y por sobre todo vivas y vigentes.

No es, como veremos, una simple voluntad o posibilidad de serlo. La idea de un idioma universal ya tuvo su punto de llegada en el esperanto. Un idioma artificial creado por un oculista polaco de origen judío, Lázaro Zamenohf, allá por el 1887 y que hoy es hablado por unas 150.000 personas en todo el mundo (lo cual no deja de ser en extremo pobre para un idioma que aspiraba a ser universal… lo que si prueba esta pobreza es que no hay lenguas sin culturas). En realidad los idiomas que alguna vez lo lograron (y en esto también hay temporalidad) lo han hecho por relaciones de poder que lo permitieron (no sólo por estar vivas y pujantes). El inglés, que es la primera lengua hablada en importancia, es la lengua de un pequeño país que una vez dominó el mundo. Antes había sido el latín y antes el griego, el egipcio, el persa y así de continuo. Lenguas de pueblos que consiguieron un predomino comercial, político, cultural o militar sobre el mundo por ellos conocido. También fue el caso del árabe esparcido por el mundo a través de una religión: el islam, pero también del portugués, del español, el francés, el alemán, el italiano, el belga y el holandés, idiomas que junto al inglés fueron lenguas de colonialismo y conquista durante los siglos XV, XVI, XVII, XVIII, XIX y XX. Lenguas impuestas por Europa a pueblos de cuatro continentes a través de siglos de explotación, muerte y saqueo. Es decir (y aquí aventuramos otro axioma), que la lengua del dominador es “la lengua” y la etimología de la palabra “bárbaro” así lo refiere, ya que bárbaro era para los griegos antiguos todo aquel que no hablase griego. Y esto que ahora parece de perogrullo es tan claro como el agua clara y a su tiempo fue del más estricto sentido común: Colón les hablaba en español a los indios del Caribe y deducía lo que se le ocurría de sus contestaciones (como bien ilustra su diario) ya que ni se le cruzaba por la cabeza que estuvieran hablando otra lengua, sino que estaban mal pronunciando la de Castilla lo cual era la prueba misma de su barbaridad (tal la ceguera etnocéntrica que ya roza la alienación). Pero como siempre sucede toda regla tiene al menos una excepción que la confirme y en este caso la excepción fue el latín que ha principios de la Edad Media terminó siendo tomado como propio por aquellos que arrasaron Europa derrumbando el por siglos omnipresente y omnisapiente Imperio Romano dando origen a un racimo de lenguas que sirvieron de vehículo (y fueron también resultado) entre el mundo grecolatino, el cristianismo y la “barbarie”. En este caso la lengua del vencido se convirtió en la lengua del vencedor y esto sólo por que el universo de esa lengua arrasada era más complejo y sofisticado que ese universo del arrasador: somos lo que hablamos y el idioma que no da cuenta de la realidad en su total dimensión (tal cual es vivida y soñada) debe ser ensanchado o sustituido por otro que si lo logre. Tal vez en esta excepcionalidad que acabamos de apuntar esté el secreto del futuro prominente de la lengua nacida en los desolados llanos de Castilla. Por qué, a pesar de que es el inglés la lengua política, comercial y tecnológica por excelencia (en la era de la informática y la globalización) es el español la lengua vedete de este momento? Por qué (ahora mismo) hay 15 millones de personas estudiando español en los lugares más impensados del mundo y hasta los propios EEUU (heredera de aquel colonialismo inglés y hoy capital imperial del mundo) se dirige inexorablemente al bilingüismo, al punto de calcularse que en el 2050 cuatro de cada diez norteamericanos hablará español y será allí donde se concentre la mayoría de los hispanohablantes del globo?


La razón no es una sino todo un abanico.


Primero, el nuestro es un idioma que se habla a lo largo y ancho de todo un continente. Se habla obviamente en España (ya que de ahí vino), aunque ahora sus fueros se han visto mermados ya que en realidad no existe un “idioma español” sino uno “castellano” que por la propia dinámica y avatares de la historia de la conformación del Reino de España terminó siendo impuesto a la totalidad de los territorios que a su tiempo fue ganando (de uno u otro modo) dentro de la península, y que ya pasado el tiempo (de absolutismos y dictaduras) muchos se resisten a usar ya que prefieren obviamente su lengua materna… hablo de gallegos, catalanes, vascos y valencianos (incluso de asturianos que hablan una especie de español arcaico llamado bable). Así y todo es un hecho que todos entienden y hablan español en España, lo cual ni por lejos crean que es una obviedad. Pero bien, decíamos: América, decíamos España… pero también se habla castellano en algunas pequeñas regiones de África (Sahara occidental, Guinea Ecuatorial, algunas zonas de Marruecos y Argelia) y hasta en Asia encontramos aún hoy hispanohablantes ya que en alguna época fue el idioma oficial de Filipinas. Eso sin contar a esos 15.000.000 de los que hablábamos y que están ahora mismo aprendiendo español en lugares tan remotos e importantes como China, Brasil, EEUU y la UE, ya que obviamente lo consideran una de las lenguas del futuro.

El español, nuestra lengua, es la más estudiada en el mundo y hago hincapié en estos 15 millones porque el holandés, que es la lengua de un país que fue a su tiempo la potencia colonialista por excelencia, es hablado por 22 millones de personas en todo el mundo, en tanto el idioma del Dante por sólo 10 millones fuera de Italia. La lengua de Goethe y de Brecht, la más hablada de Europa con cerca de 100 millones, no llega a 20 millones hablantes fuera de esas fronteras. Mientras tanto la lengua de Molliere, Rousseau y de Voltaire, hablada por unos 125 millones en todo el mundo, no es la primera lengua en casi ninguno de los países que estuvieron bajo su égida colonial durante siglos. En contrapartida casi 8 de cada 10 de esos 500 millones de hispanohablantes de los que hablábamos al principio son latinoamericanos y tienen al español como primera lengua. Segundo, esto nos trae un dato no menor: el español hace ya mucho que dejó de ser la lengua de España a pesar de que muchos españoles (como es de esperar) parecen empeñados en no reconocer que así sea.


Y es que el español se fue convirtiendo a lo largo de siglos en una especie de supralenguaje donde el castellano peninsular es sólo una variante más de un idioma que si bien tuvo ya desde el principio una gramática unificada (la de Nebrija 1492, primera gramática de una lengua europea moderna2), reconoce múltiples subestilos como resultado de la interacción con las lenguas nativas de América pero también (y ya con anterioridad) con otras lenguas y culturas. En este sentido es innegable que el castellano es uno de los idiomas más inclusivos que se conozcan. Los préstamos del griego, del árabe, de todo ese mundo impensado que se reveló totalmente nuevo a partir del descubrimiento para sí de América, los anglicismos y galicismos, la permanente reformulación a través de su gran literatura3, la variedad y riqueza del habla común en todos los países donde esta lengua se enseñorea, y que terminan siendo (esa variedad y riqueza) patrimonio común de todos los hispanohablantes, sumado a una actitud flexible (aunque polémica) de las academias e instituciones que la representan, la defienden, promueven y estudian, son sólo algunos factores que intervienen y la han conformado hasta llegar a ser lo que hoy es.


Esta capacidad inclusiva y engrosadora de nuestra lengua hay que reconocer que no es casual, sino más bien mérito del propio “ser español” ya que aquel Reino de España, más allá del innegable carácter cruento de la conquista, fue el único estado europeo que se planteó “colonizar” los nuevos territorios que había descubierto para sí y para occidente.

Sus posesiones ultramarinas no eran meros puertos, plantaciones o factorías como lo fueron para ingleses, holandeses y franceses, sino que fueron concebidos siempre como una prolongación de sus territorios continentales: hubo saqueo y muerte, pero hubo también Leyes de Indias, universidades e instituciones. Ahí están los pergaminos de los cronistas, estudios de la lengua, la religión, las costumbres, creencias y cosmovisiones de las antiguas civilizaciones americanas. Más allá del para qué de esos trabajos, los trabajos existen y tuvieron impactación, no sólo en la lengua, sino en el propio pensamiento del conquistador4. Y es aquí donde ocurre lo maravilloso. El castellano que se introdujo en América fue un castellano vulgar (ya diferenciado por ese tiempo del habla culta en la península) poblado de arcaísmos y de medias lenguas no saldadas aún con el árabe y el hebreo, ya que ese proceso de amalgamamiento que se iniciaba en América estaba aun en marcha y no había finalizado en la propia España. Colón descubre América tan sólo unos meses después de la caída de Granada. Basta ver el antiguo romancero para descubrir esos préstamos no saldados de la media lengua fronteriza entre el islam y la cristiandad5. Ese habla común es el que primero contactó con nuestro mundo numinoso ya que era el hablado por los capitanes, marineros y frailes que llegaron a estas costas a bordo de las naos. Fue luego cuando llegaron las universidades, los obispos y letrados, los jurisconsultos y doctores. Ya aquí en el principio, en estos dos niveles del habla del conquistador, es donde se fueron perfilando los caminos disímiles y convergentes de un habla de dos orillas.

El catalán Díaz- Plaja habla de un “castellano mediterráneo” en obvia contraposición a otro castellano de intramuros. Y es tan fácil de rastrear aún hoy la afinidad que hay entre el español que se habla en Latinoamérica y el Caribe y el que se habla en Andalucía y Canarias que no pueden caber dudas al respecto. Luego viene la adaptación de ese idioma y de ese modo a la estructura y los tics propios de las lenguas originarias de América (y lo que es más importante aún, al imaginario de esas culturas), un poco más tarde la interacción con lo negro, luego con otras migraciones y por último (y al mismo tiempo) la dialéctica de retroalimentación entre el habla popular y el habla culta a través de las universidades, la literatura y los textos en general. Esto es lo que explica que el habla latinoamericana sea inmensamente más rica que el habla actual de los peninsulares (tal lo reconociera recientemente en un programa de la tv española la propia presidenta del Instituto Cervantes). No por que sí. No por una cuestión meramente nacionalista de antropocentrismo inverso, sino porque lo hispano está contenido ya en lo hispanoamericano más allá de que uno participe en la génesis del otro. La lengua no cuajada que aquí trajeron se convirtió de inmediato en otra cosa por la sola y simple razón de tener que explicar lo radicalmente nuevo. Hoy el proceso de castellanización revierte y (por dar un solo caso) hay un aspecto benéfico de la inmigración latinoamericana en España sobre el habla común de los españoles. Esta parece ser la realidad de nuestra lengua a la que con justicia debiéramos llamar a estas alturas “hispanoamericana” ya que lo español “castizo” es de manera indudable sólo una parte de la lengua y no su techo o referencia ejemplar: 8 de cada 10 hispanohablantes son latinoamericanos y caribeños, cómo podría ser de otro modo?

Desde ya que esto no sólo es difícil de aceptar para los españoles sino también para el común de los americanos ya que fuimos educados en un complejo de inferioridad a través de la cultura oficial realmente imperante a lo largo de más de 500 años. Ese complejo de inferioridad no nos ha permitido siempre, ver lo obvio: todo lo que es propio de la cultura ibera es propio para nosotros, pero nuestra cultura nacida del entrecruzamiento más formidable que jamás se haya producido (sin ninguna exageración) es un resultado superador que también debe ser considerado como propio por la cultura ibera en tanto ella fue parte del sustrato sutil de aquella primigenia sementera. Eso sería lo lógico e inteligente (además de lo justo) sin embargo no creo equivocarme si dijera que no es esa la actitud de España. Una España que parece empeñada en una especie de suicidio silencioso ya que de la misma manera que niega aún la España del exilio y la derrota, niega también la España americana que un día consumó lo que la peninsular aun no pudo6.


Hay quienes dicen que el Renacimiento de España fue América (yo también lo creo) pero digo además que las repúblicas americanas, aquellas que derrotaron a los soldados del absolutismo español, eran también parte del sueño de una España también vencida como lo fue más tarde la del 36. España en vez de ser parte de América, de los sueños hechos realidad que eran los suyos también, sigue empeñada en sostener una superioridad que ya perdió en la guerra pero también en el pensamiento y en la belleza. La gloria de Cervantes, la gloria del “siglo de oro español”, de Góngoras, López y Quevedos, de los humanistas salamanquinos del XV y el XVI, de los poetas de la guerra civil, de los Unamunos y Ortegas, los Gaos y tantos que sería seguramente imposible, o al menos tedioso nombrarlos, es una gloria que no se extinguirá, lo que pasa es que las culturas son dinámicas y los títulos se deben revalidar a cada momento porque de no ser así estaríamos ante una mera cultura del holocausto. Una cultura que como decía Ortega y Gasset no vive a partir de su pasado si no “en el pasado”, y eso es lo primero que uno nota apenas pisa España: el inmenso peso de la historia que es una bendición pero también puede ser cepo donde fenecer sin darse cuenta7. La cultura hispanoamericana en contrapartida vive en su dificultad (y España vive en ella aunque no lo sepa), atravesada por sus miedos y frustraciones, con mandatos incumplidos que se empeña en materializar y que a veces logra trabajosamente. Eso la hace aguda, reflexiva, pasional, desesperada, fecunda. El último siglo ha sido testigo de sus capacidades, de su alta potencialidad y sofisticación. Su habla es la expresión de su imaginario (como no pudiera ser de otro modo) y ese imaginario también ha revertido en maravillosos productos que no pueden ser otra cosa que patrimonio de todos los hispanohablantes y también de la humanidad. Seis de los once Premios Nóbel de Literatura que ganó nuestra lengua han sido para Hispanoamérica con omisiones que de tan escandalosas son también ya un premio (como las de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, o los mexicanos Adolfo Castañón y Alfonso Reyes). La importancia de esto no pasa por una mera estadística (favorable en este caso para nosotros) sino por la importancia que las producciones literarias tienen y han tenido siempre en relación al ensanchamiento del lenguaje y de la lengua. Por eso no deja de dar ternura el énfasis de los medios de prensa españoles ante el recientemente otorgado Premio Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa… el escritor “hispanoperuano” repetían, y celebraban el reconocimiento de la que creían su sola lengua (como si Vargas Llosa fuera un perico al que ellos le dieron el habla). Si, Vargas Llosa tiene doble nacionalidad, pero supongamos que su pasaporte en vez español fuera japonés… a alguien se le ocurriría imaginar a los japoneses celebrando para Japón el Premio Nóbel de Literatura? No, realmente no me lo imagino pero tampoco podía imaginar que lo hiciera España, como lo hizo. Que si lo haya hecho no es más que la confirmación de lo que hablábamos. Es simplemente persistir, desconocer que la lengua en la que hablamos ya no pertenece a España. Ningún pasaporte pude acechar la peruanidad de Vargas Llosa (ni de nadie) por más que Vargas Llosa sea un gran escritor y un gran constructor de la lengua española8. Estado y Nación no son la misma cosa, y aún renunciado a su nacionalidad una persona no puede renunciar a su pasado, a su genética cultural, a su historia ni al de su pueblo, a lo que el paisaje le hizo en la piel y en la mirada. Qué es el hombre sino resultado? Decirle a Vargas Llosa escritor "hispano peruano" (inclusive en ese orden) es una clara muestra de impotencia cultural., pero también de supina ignorancia. Nombrarlo Marquéz es además ridículo (faltaría que le cambien la partida de nacimiento)9. Claro a Vargas Llosa le gusta, pero aquí cabe lo que Unamuno dijo de Sarmiento: "hasta maldiciendo a España, Sarmiento es un gran escritor español". En el caso de Vargas Llosa "hasta renegar de Perú es lo más peruano que hay". El tema es dónde (dentro de la lengua) termina España y empieza Perú? Dónde termina Cervantes y empieza Cortázar? En qué momento el verso dejó de ser gongorino para ser nerudiano, la copla soneto o coloquial rima valleja? Evidentemente la lengua se parece al monte y es inútil ponerle candados. Que 50 millones de personas le quieran enseñar a hablar su propia lengua a 450 millones no por pintoresco deja de ser ridículo y patético10, sobre todo si esos 50 millones forman parte de un país que aunque ahora tiene una tasa de analfabetismo no superior al 2% la tuvo de casi un 70% en 1900 cuando en Argentina era del 53% en 1895 y del 35 % en 1914. Si a eso le sumamos que Argentina tiene 200 años como nación el contraste es aún mas notorio. En el resto del cono sur la situación es más o menos similar con performances de aun mayores niveles como la de Uruguay o Cuba (paradigma esta última incluso a nivel mundial). Nosotros hablamos español pero no al modo de España y lo que es aun mas importante escribimos lo que pensamos y sentimos, pero pensamos y sentimos como lo que somos. Desde la crónica al modernismo, desde el boom de la novela al ensayo y las ideas, América va bruñendo la lengua en que piensa y se expresa y eso no es un tema menor en relación al “milagro”. Nosotros no hablamos la lengua de España sino la nuestra, y no tenemos complejos: el Quijote es un gran libro aunque yo prefiera el Martín Fierro. No me es ajeno por lo que ya he explicado: es más el Quijote y el sargento Cruz se llevarían tan bien como Martín y Sancho Panza ambos eran gallardos y libres como el viento y aquí sí que aun hay molinos que batir con la lanza. No importa si el inglés ha obtenido 27 de esos Premios Nobel de Literatura, lo que importa sí es que uno de sus máximos exponentes, el infinito Williams Shakespeare, era un confeso admirador de Cervantes y por ende de la lengua en que Cervantes escribía. Tampoco si el italiano es hablado por sólo 10 millones fuera de Europa... el peso del verso italiano en la poesía española es parte del fenómeno aunque el mundo se empeñe en pelear por las migas. No es entonces ni el número ni la geografía, ni la extensión o la vitalidad (no es "sólo eso") es la influencia de una lengua en un tiempo determinado que es lo mismo que decir en un tiempo histórica. Cuando decimos eso hablamos incluso de algo más allá de la lengua como mero arsenal de palabras, hablamos de que las palabras nos anteceden y atraviesan y en definitiva expresan o no totalidad del mundo material e inmaterial en el que estamos viviendo o queremos fundar. Estos nacionalismos de parroquia mal servicio le hacen (justo en este momento resplandeciente) a la lengua que hablamos. Por eso no necesitamos una Real Academia Española que convierta en canon las dificultades que el modo de hablar peninsular encuentra con el lenguaje (no son las dificultades de todos los que hablamos la lengua), necesitamos una Real Academia Española para un lenguaje ancho y extendido y no para convertirlo en asta de descoloridos estandartes de ininteligible heráldica que descoloridos están no por nuestra culpa sino por ese lento suicidio del que hablábamos: suicidio de negación y de soberbia11 . Quien dude de este españolismo de la RAE (mal entendido por cierto), de sus circunstanciales faltas de objetividad y sumisiones a intereses extralingüísticos y culturales, que lea los diccionarios del franquismo y que después me cuente. Nuestra lengua se merece mucho más que ser mero instrumento para la recuperación de la autoestima de un antiguo y extinto imperio. Nuestra lengua se ha sembrado en mucha tierra y en cada palmo comenzó una vida distinta. Está claro que no somos una lengua tecnológica (a mí el ordenador no me pregunta: “che boludo estas seguro que querés guardar el documento?”), como seguramente no somos una lengua de pragmáticos ni de mercaderes. Y aunque debemos remediarlo en cierto modo, debemos estar orgullosos de que así nos pasara, de ser el Ariel de Rodó pero también el Calibán de Retamar ya que esta lengua que llegó junto a la muerte y el saqueo, también nos trajo las grandes pasiones que aun nos atraviesan y nos unen a todos los hombres de la tierra.


Somos en definitiva una lengua de sueños y utopías, de visiones heroicas e inalcanzados horizontes. Expresamos nuestro universo cuando la hablamos, y si eso que decimos es, de facto, algo capaz de conmover al mundo, quiere decir que la grandeza de nuestra lengua y de nuestra literatura es expresión de la belleza de nuestro pueblo y de sus sueños. Hay una estrecha relación entre la vitalidad de los pueblos, entre sus sueños, sus apesadumbramientos, sus afanes y preocupaciones, y la riqueza de su lengua (eso todo el mundo lo sabe). La palabra infierno no existía en América por que no existía el infierno para los americanos. Del mismo exacto modo nos empezó a suceder después cuando tuvimos que empezar a expresar ese estar a medio camino de dos mundos irreconciliados: nombrar lo nuevo es fundar un nuevo lenguaje. Ese es el secreto, ese es el misterio, la explicación del “milagro”. La capacidad para ver la realidad en toda su sofisticación y complejidad, para ver al futuro y al futuro del hombre dentro de ese futuro, es lo que hace la diferencia entre una gran lengua y la que no lo es, entre una viva y otra que no le está, entre una del pasado y otra del presente y de lo que vendrá. Eso es lo que fue el latín para los reyes bárbaros de la Edad Media y es lo que seguramente estará siendo la lengua de los hispanos de todas las orillas de la mar en este instante. No una lengua “más bella o mejor” que la propia lengua, sino un imaginario ”más bello y mejor” para la avidez inextinguible del espíritu.



1Aunque esto de la etnicidad puede ser discutible en tanto y en cuanto una

lengua puede ser en un determinado momento una lengua nacional (en el sentido

de comunidad de cultura) y en otro momento histórico dejar de serlo. La polisemia

de la que aquí se habla tiene que ver con el proceso de síntesis de dos culturas

diferentes y con el desafío que es para una lengua poder dar cuenta de la realidad

de ese otro que se quiera asimilar.



2Esto ha sido fundamental para la unificación y preservación de esa unidad de la lengua a lo largo de los siglos a pesar de la dispersión y multiplicidad de procesos de interacción.



3 Hacemos tanto hincapié en la literatura ya que esta siempre ha ido por delante de la lengua: las exigencias expresivas han alumbrado formas que luego son incorporadas como paradigma por la propia lengua. En el latín vemos frecuentemente de manera clara estás citas a producciones poéticas que terminan siendo ejemplares.



4 La conquista de América y el debate que los abusos y el propio status legal de los indios suscitó, terminó abonando el ya incipiente humanismo salamanquino y de manera más extendida en el pensamiento avanzado de la época. Obras como "La isla de Utopía" de Tomás Moro, "Cívitas Solis" de Tomasso de Campanella, o "La Atlántida" de Francis Bacon, son resultado directo del Nuevo Mundo y también el primer antecedente del socialismo científico.



5Sobre todo en la jarchas y mohaxas se ve esta escritura "salpicada" que era en realidad el habla popular de la frontera.



6En América se consumaron la ideas republicanas y liberales que la penísnula no pudo a pesar de la indisolubilidad que hubo entre ambos procesos. La Constitución de 1812 jamás volvió a ser restaurada en todo su esplendor en España (de hecho hoy es un Reino con serias dificultades nacionales en su interior). Esto explica en gran parte el atraso y la particularidad española.

7 Mi sensación siempre ha sido estar en un país grandioso y antiguo poblado de historias y gestas de pueblos de mil épocas y lugares... estar transitando un mundo de inmensos hombres ausentes cuya presencia es apabullante.



8Y aclaro que no tengo ninguna simpatía personal por Mario Vargas Llosa (más bien todo lo contrario) lo cual no quita que lo que digo es cierto y que además es un gran escritor.

9En el mismo acto se lo nombró también a Vicente del Bosque, DT de la Selección española de fútbol (otra hazaña de la hispanidad): Ahora si Vargas Llosa y del Bosque son marqueses que eran José Fernando de Abascal o Íñigo López de Mendoza a muchos españoles incluso le causa mucha gracia este tipo de cosas).

10Nosotros los rioplatenses pronunciamos la z como s y sin embargo nunca se nos ocurriría proponer la abolición de la Z... los canarios la pronuncian igual que nosotros (igual que muchos andaluces)... de hecho en España la c y la z se pronuncian de igual modo en muchas regiones. Construcciones como el "a por" tan usado en la península son para los latinoamericanos totalmente contranaturales y sin embargo nada afecta a nuestro habla su existencia o su uso. Podríamos hablar de la ll que para nosotros suena ye y que para los peruanos y... etc. etc. El voceo, la forma de construir las frases y oraciones... y que sin embargo sin dejar de pertenecer a subestilos, están junto a las propias palabras, a disposición de quien quiera usarlas. En este sentido la normalización atenta contra la riqueza.

11Otro ejemplo de esta especie de desesperación son los Premios Cervantes, máximo galardón de la lengua, si se ven las estadísticas más allá de los nombres y los posibles méritos verán que este premio se entrega una vez a España otra al resto de los hispanohablantes, dos veces a España una al resto de hispanohablantes... esta secuencia 1x1 que a veces es 2x1 nada tiene que ver con la realidad de la lengua: no hay una igualdad entre la potencia de las letras españolas y la del resto de los países hispanohablantes. El Premio Casa de las Américas es una especie de muestra de esta no equiparación.