La cultura árabe está bastante demonizada en este tiempo. Sobre todo gracias al fundamentalismo mesiánico del ex presidente de los EEUU que lideró una verdadera cruzada contra todo aquello que no fuera occidente, o simplemente, contra todo aquello que no siguiera sus cánones de democracia, sistema económico, desarrollo y cultura. Claro, no estoy defendiendo ningún fundamentalismo en particular sino más bien atacándolos a todos... ya qe de letras se trata esta página, es bueno recomendar a los que aun no lo han leido, un libro como el que escribió Tzevan Todorov "la conquista de América / el problema del otro", simplemente porque lo que plantea ese libro, es precisamente el problema de la humanidad, es decir, la imposibilidad de ver al otro como es (ni idealizarlo, ni demonizarlo). No, no piensen que ese etnocentrismo es una cosa superada, el actual conflicto en Gaza me dio la oportunidad de ver en los foros la tremenda xenofobia de aquellos que pretenden sufrir la xenofobia... en esas páginas he visto más de una vez referirse a los palestinos como "primates" (que parece algo extendido en parte de la sociedad israelí) y cuando uno deja una opinión adversa a sus intereses, estos fundamentalistas seudo reigiosos dicen habitualmente: "infórmese", "culturalícesé"... hablan obviamente (y siguiendo a Todorov) de los demás pueblos como una especie de bárbaros... hoy les quería traer a los poetas andalusíes del siglo VIII y IX, porque grande fue mi sorpresa ( a pesar de ser poeta y haber escrito sobre el medioevo español) cuando pude leer más en extenso los poemas de estos poetas árabes que ocuparon Espeña por más de ocho siglos... dicho sea de paso ocupación en la que no hubo problemas religiosos ya que en esos territorios (hoy, paradójicamente) vivián y se desarrollaban importantes comunidades judías y cristianas. Lo interesante es que ese Siglo de Oro Español, del que con tanta razón se habla, ya que es un fenómeno singular de la cultura universal, nada hubiera sido seguramente, sin el antecedente de estos poetas que hoy les traigo.
La lengua que hablamos es una de las más excelsas del mundo justamente por aportes como el que le hiecieron los árabes a nuestra cultura: Damaso Alonso (que alguna vez dirigió la Real Academia Española) allá a mediados de los 50 (en el siglo pasado) hizo una afirmación que trastocó gran parte de la visión que tenía de la lengua de Castilla. Damaso Alonso afirmaba que la copla (cosa castiza si la hay) no había tenido aquel origen provenzal que se le endilgaba, sino que había nacido dela jarchas fronterizas de aquel Al Andalus que hoy traemos a través de sus vates.
La jarcha era el final (una especie de letrilla) de las moaxajas y zejles, poemas escritos en una mezcla de español antiguo, y voces árabes y judías, y que tanto influyeron en la trovadoresca porvenzal y en las cantigas galaico portuguesas... es decir que la literatura árabe está en la base de muchas literaturas occidentales lo cual muestra la grandeza de esta cultura, que no sólo dio grandes poetas y trovadores, sino matemáticos, aquimistas, astrónomos, etc etc... sin el conocimiento introducido por los árabes al continente, Europa simplemente no hubiera descubierto América (por dar sólo un caso). Pero más allá de todo esto (que es muy bueno haberlo traido a cuenta) lo que realmente me sorprendió, y es lo más importante para nosotros, es que esos poemas del siglo VII, VIII y posteriores, reisten hoy una lectura (mucho más que los del siglo de oro español) y hasta parecen, muchos de ellos, escritos tan solo ayer. Escuchemos algunos de estos poetas.
de la tenebrosa noche,
vino en sueños a buscarme
la gacela de los bosques.
Vi el rubor que en sus mejillas
celeste púrpura pone,
besé sus negros cabellos,
que por la espalda descoge,
y el vino aromoso y puro
de nuestros dulces amores,
como en limpio, intacto cáliz,
bebí en sus labios entonces.
La sombra, rápida huyendo,
en el Occidente hundióse,
y con túnica flotante,
cercada de resplandores,
salió la risueña aurora
a dar gozo y luz al orbe.
En perlas vertió el rocío,
que de las sedientas flores
el lindo seno entreabierto
ansiosamente recoge;
Rosas y jazmines daban
en pago ricos olores.
Mas para ti y para mí,
¡oh gacela de los montes!,
¿qué más rocío que el llanto
que de nuestros ojos corre?
Esto podría haber sido escrito ayer (sin duda) lo que es mucho decir para un poema.
Cuando el manto de la noche
se extiende sobre la tierra,
del más oloroso vino
brindo una copa a mi bella.
Como talabarte cae
sobre mí su cabellera,
y como el guerrero toma
la limpia espada en la diestra,
enlazo yo su garganta,
que a la del cisne asemeja.
Pero al ver que ya reclina,
fatigada, la cabeza,
suavemente separo
el brazo con que me estrecha,
y pongo sobre mi pecho
su sien, para que allí duerma.
¡Ay! El corazón dichoso
me late con mucha fuerza.
¡Cuán intranquila almohada!
No podrá dormir en ella
DESPEDIDA
Cuando nos encontramos para despedirnos, de mañanita,
ya tremolaban las banderas en el patio del alcázar;
eran acercados los corceles, redoblaban los atabales:
eran las señales de partida.
Lloramos sangre, hasta que nuestros ojos eran como heridas
al fluir aquel líquido rojo.
Y esperábamos volver a vernos a los tres días…
¿Qué habría sucedido si hubiesen sido más?
EL RELÁMPAGO
El relámpago le asustó, cuando en su mano
el relámpago del vino resplandecía.
¡Ojalá supiera cómo, si ella es el sol de la mañana,
se asusta de la luz!
CARTA
Te escribo consciente de que estás lejos de mí,
y en mi corazón, la congoja de la tristeza;
no escriben los cálamos sino mis lágrimas
que trazan un escrito de amor sobre la página de la mejilla;
si no lo impidiera la gloria, te visitaría apasionado
y a escondidas, como visita el rocío los pétalos de la rosa;
Te besaría los labios rojos bajo el velo
y te abrazaría del cinturón al collar;
¡Ausente de mi lado, estás junto a mí!
Si de mis ojos estás ausente, no de mi corazón.
¡Cumple la promesa que nos hicimos, pues yo,
tú lo sabes, cumplo mi parte!
LA AURORA LADRONA
Disfrazó la pasión que quería ocultar,
más la lengua de las lágrimas se negó a callar;
Partieron, y ocultó su dolor, más lo divulgó
el llanto de la pena, tan evidente y balbuceante;
les acompañé mientras la noche descuidaba su vestidura,
hasta que apareció ante sus ojos una señal evidente:
Me detuve allí perplejo: la mano de la aurora
me había robado las estrellas.
EL CORAZÓN
El corazón persiste y yo no cesa;
la pasión es grande y no se oculta;
las lágrimas corren como las gotas de lluvia,
el cuerpo se agosta con su color amarillo;
y esto sucede cuando la que amo, a mí está unida:
¿Qué sería, si de mí se apartase?